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El Brutalista: Concreto Emocional

Por: Lorena Meeser

El Brutalismo Como Reflejo del Dolor Humano

The Brutalist es una drama épico dirigida y producida por Brady Corbet a partir de un guion que coescribió con Mona Fastvold. Una coproducción internacional entre Estados Unidos, Reino Unido y Hungría que se despliega a lo largo de varias décadas, narrando la vida de Lázsló Tóth (Adrien Brody), un célebre arquitecto judío de origen húngaro que estudió en la Bauhaus. Después de la Segunda Guerra Mundial, Tóth escapa de un campo de concentración en Buchenwald, y huyendo de las sombras del Holocausto emigra a Estados Unidos, en donde es solo un inmigrante judío en busca de refugio.

La Estatua de la Libertad retratada de modo invertido lo recibe a su llegada anunciando una historia desde un lugar problemático.

Su primo, Atilla (Alessandro Nivola), y su esposa (Emma Laird), lo acogen. Dirigen un negocio de muebles en Pensilvania, llamado “Miller & Sons”. El apellido de Atilla ha sido cambiado por uno menos europeo del este y más “católico”. “A la gente aquí le gustan los negocios familiares”. El acento es casi imperceptible. Bienvenido a la asimilación, al estilo estadounidense.

Atilla es contratado por un cliente rico, Harry Lee Van Buren (Joe Alwyn), para renovar una biblioteca en la casa de su padre, el renombrado industrial Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce). Se supone que es un regalo sorpresa para el padre. Lázsló es reclutado para diseñarlo. El resultado final es un hito del modernismo, aunque cuando Harrison finalmente lo ve, monta en cólera y los echa, negándose a pagar. Meses después, el magnate rastrea a Tóth, le muestra una publicación en Look Magazine dedicada a esta extraordinaria habitación y se disculpa. No solo quiere alabar su trabajo y compensarlo, sino contratarlo para construir un enorme centro comunitario que pondrá a Doylestown, Pensilvania, en el mapa. Este proyecto soñado ayuda a Tóth a traer finalmente a su esposa, Erzsébet (Felicity Jones), y a su sobrina, Zsófia (Raffey Cassidy), de Hungría a Estados Unidos. También lo convierte en un virtual esclavo de Harrison, tanto financiera como espiritualmente, y llevará a este genio al borde de la locura.

Cabe destacar que no es una historia real, ni está basada en la vida de un arquitecto real llamado László Tóth, es una obra de ficción. Sin embargo, sí incluye elementos y situaciones reales. 

La banda sonora, compuesta por Daniel Blumberg, utiliza el jazz y melodías melancólicas para transportarnos al viaje emocional del protagonista con canciones como “It’s So Nice To Have A Man Around The House” y “To Each His Own” aparecen al fondo de las conversaciones de los personajes de la posguerra.

Aunque el foco de la película se centra en la historia de László, también exhibe a la sociedad estadounidense de la época. El racismo y la minimización de las mujeres se muestran a lo largo de la película revelando las sombras de un país que prometía oportunidades, mientras perpetuaba desigualdades.

Adrien Brody, después de ser el actor más joven en ganar un Oscar a Mejor Actor por su rol en El Pianista de Roman Polanski se consolida por segunda vez como uno de los grandes actores de su generación con El Brutalista.

La cinematografía de El Brutalista

La cinematografía de El Brutalista es otro de sus puntos fuertes. No solo rinde tributo al pasado con su rodaje en VistaVision, sino que también desafía las limitaciones económicas del cine independiente.

Es la primera película en más de medio siglo en filmarse íntegramente en VistaVision, un formato de celuloide de 70 mm creado en 1954 por Paramount Pictures tratando de competir con el sistema Cinemascope y empleado en producciones épicas de gran presupuesto como Los diez mandamientos (The Ten Commandments, Cecil B. DeMille, 1956), por el nivel de detalle conseguido y su muy fina granulosidad.

Alfred Alfred Hitchcock rodó algunas de sus películas más famosas en VistaVision, como Atrapa a un ladrón (1955), El hombre que sabía demasiado (1956), Vértigo (1958) y Con la muerte en los talones (1959). VistaVision cayó en desuso en 1960 debido al desarrollo de nuevos procesos y tipos de película .

Una de las singularidades de este formato es que se proyectaba de manera horizontal, en vez de la verticalidad más común a los demás formatos, lo que permitía una mayor expansión de los planos, ganando en espectacularidad. En vez de que el rollo se desplazara verticalmente con los cuatro agujeros ubicados a cada lado de cada fotograma, el negativo de VistaVision se introducía horizontalmente y contaba con ocho agujeros dentados en las partes superior e inferior.

El proceso VistaVision incluye nuevos lentes de ángulo más amplio para dar un mayor alcance en las pantallas grandes.

Las fotografías de arquitectura suelen usar lentes que conservan los ángulos y las líneas sin distorsión de los edificios y VistaVision crea un campo de visión más amplio y una mayor resolución.

La película utiliza la luz y la sombra de manera magistral, lo que no solo resalta la grandiosidad de las estructuras que se presentan, sino que también refleja la lucha interna de los personajes. Las imágenes son imponentes y casi desoladas, y el diseño de producción acierta al recrear la época y los espacios que marcaron el auge del brutalismo. Cada edificio, cada habitación vacía, se siente como un reflejo del estado emocional de los protagonistas, y la sensación de aislamiento es palpable en cada fotograma.

En resumen resucita no solo una estética, sino un subgénero: la epopeya personal, excesiva y summa cum laude (con el mayor elogio).

Una visión comparativa: la película El Brutalista

En la película, la arquitectura se erige como protagonista, un elemento que, más allá de ser un simple contexto, define a los personajes y refleja sus fracturas emocionales y filosóficas. Brady Corbet, conocido por su habilidad para combinar lo visual y lo emocional en sus proyectos, logra aquí una obra cargada de simbolismos, tensiones y matices. Juega con el contraste entre lo humano y lo monumental, utilizando el brutalismo arquitectónico no solo como un elemento estilístico, sino como una extensión de los sentimientos de los personajes. El concreto frío y las estructuras imponentes, que podrían parecer desoladoras, se convierten en metáforas visuales de la lucha interna del protagonista. La película no solo captura la estética del brutalismo, sino que también explora cómo esta corriente, asociada tanto con el progreso como con la alienación, refleja el conflicto interno de un hombre que se debate entre su arte y su humanidad.

El componente histórico, aunque esencial para el contexto de la película, no se presenta de manera didáctica ni excesivamente explicativa. Corbet logra integrar la historia política y social de la época de forma fluida, utilizando el contexto histórico no como un elemento central, sino como un telón de fondo que potencia las tensiones internas del protagonista.

Estética arquitectónica del brutalismo

El brutalismo, que proviene del término francés "béton brut" u "hormigón crudo", es más que un estilo; encarna una ideología de honestidad en el diseño.

El movimiento de arquitectura brutalista comenzó a mediados del siglo XX, influenciado por el diseño moderno y los trastornos sociales de la era de posguerra. Caracterizados por el hormigón crudo y un enfoque en la funcionalidad, los edificios de este estilo reflejan las experiencias y los valores de vida de Toth, retratando una narrativa de resiliencia e innovación en medio de la adversidad.

Tiene influencia de la arquitectura Bauhaus, un estilo que surgió en Alemania a principios del siglo XX. Se caracteriza por la simplicidad, la funcionalidad y la ausencia de ornamentación. Las formas de los edificios son geométricas, inspiradas en el arte renacentista y grecolatino. 

Los edificios brutalistas exhiben sus materiales sin adornos innecesarios, enfatizando sus cualidades naturales.

Las características típicas del brutalismo incluyen formas masivas, formas irregulares y un juego dinámico de luz y sombra. En la película se muestran estos elementos, encarnando un carácter austero y una profundidad narrativa a través de su estructura.

El impacto del brutalismo en la arquitectura moderna

A pesar de que el brutalismo enfrentó una disminución de popularidad a fines del siglo XX, ahora está presenciando un renacimiento. Los arquitectos modernos están reexaminando la importancia del diseño auténtico en respuesta a las necesidades actuales. Un enfoque cada vez mayor en la sostenibilidad y la exploración de materiales se alinea con los principios brutalistas.

Todo estilo arquitectónico responde a una filosofía, a una concepción del rol del arte en el mundo. El arte griego buscaba llegar a través de la arquitectura a la perfección matemática; el gótico recurría a edificios altos con grandes vidrieras como metáfora del alma humana, que como la luz era intangible; mientras que el neoclasicismo se basaba en la razón y la lógica como criterios absolutos para crear una arquitectura que engrandeciera el intelecto humano; y el modernismo, en su lugar, buscaba explorar el subconsciente para crear una arquitectura que fuera una prolongación de la mente y la psique humana. Incluso fuera del mundo occidental, la arquitectura de las mezquitas, por ejemplo, sigue la plantilla de la casa árabe tradicional para ser una casa simbólica para la comunidad musulmana. Todos estos estilos tienen algo en común: buscan adaptarse al ser humano. Evidentemente, cada uno ve al ser humano de una forma diferente.

El Brutalismo rompió eso (como el Racionalismo de Le Corbusier o el Bauhaus). Este estilo entendía los edificios como máquinas, diseñados para ser eficientes y cumplir su función de una manera mecánica, industrializada y en la que el ser humano solo era un engranaje más. De la misma forma que un motor es una máquina que tiene una sola función: mover un vehículo. Una casa era para los arquitectos brutalistas una máquina con una función: vivir en su interior, y por lo tanto se diseñaba siguiendo la lógica de una fábrica o un motor, pero que se negaba a ver al ser humano como algo diferente a una pieza más de un gran mecanismo. En otras palabras, era esta la primera vez en la que era el ser humano quien se tenía que adaptar a una arquitectura y no al revés. Los edificios brutalistas ya no se hacían a la medida del ser humano, sino que buscaban hacer al ser humano pequeño, insignificante, recordarle que no tenía más valor que una columna o una cristalera. En su lugar, estos edificios terminaron siendo templos erigidos en honor del ego de sus arquitectos, como el caso de la Sagrada Familia de Gaudí o Santa María del Fiore. Una de las grandes características del Brutalismo es su monumentalidad.

Se estrenó en el 81.° Festival Internacional de Cine de Venecia el 1 de septiembre de 2024, donde Corbet recibió el León de Plata a la Mejor Dirección. Recibió elogios de la crítica y fue nombrada una de las diez mejores películas de 2024 por el American Film Institute. Se estrenó en Estados Unidos el 20 de diciembre de 2024.

 

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