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Cónclave: entre sombras, fe, votos y silencio.


La película Cónclave, dirigida por Edward Berger, nos transporta al corazón del Vaticano, donde la muerte inesperada del Papa desencadena una de las ceremonias más antiguas y secretas de la historia: la elección de un nuevo Pontífice, un cónclave. A través de un relato que combina intriga, poder, fe y corrupción, la película refleja no sólo las tensiones dentro de la Iglesia Católica, sino también una crítica al sistema de poder y la ambición humana que se esconde detrás de las puertas cerradas del Vaticano.

El elenco principal está conformado por Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Lithgow, Lucian Msamati, Carlos Diehz, Sergio Castellitto e Isabella Rossellini.

El guion de Cónclave fue escrito por Peter Straughan, basado en la novela de Robert Harris y la banda sonora es del compositor alemán Volker Bertelmann.

La trama: una visión contemporánea del poder religioso

En Cónclave, la historia comienza con la muerte del Papa, lo que lleva a los cardenales de todo el mundo a reunirse en un encierro hermético, donde la única misión es elegir al nuevo líder de la Iglesia. En medio de este proceso, el cardenal Lawrence (interpretado por Ralph Fiennes), designado como el responsable para liderar uno de los rituales más secretos y antiguos del mundo, se ve atrapado en una compleja red de secretos, tensiones éticas, intrigas políticas y personales. A lo largo de la película, Lawrence se enfrenta no solo a las presiones inherentes al Cónclave, sino también a los dilemas morales y secretos que podrían alterar por completo el destino de la Iglesia y sacudir sus cimientos.

Estilo visual y la dirección de Edward Berger

El estilo visual de Cónclave refleja la naturaleza solemne y hermética del Vaticano. La dirección de Edward Berger logra capturar la opulencia y el frío del espacio eclesiástico sin caer en el exceso. La cinematografía, a cargo de Florian Hoffmeister, utiliza planos cerrados para resaltar la tensión entre los personajes y los amplios espacios vacíos del Vaticano para transmitir la desolación y la sensación de que todo está regido por una tradición inquebrantable. La película evita los grandes momentos de espectáculo, prefiriendo el minimalismo y la sugerencia, lo que le da una sensación de profundidad y realismo.

Uno de los puntos más fuertes de la película es, sin duda, la actuación de Ralph Fiennes. Su personaje de Lawrence es complejo y multifacético: un hombre que, aunque atrapado en las ruedas del poder, busca una forma de liberación. La interpretación de Fiennes no solo está marcada por la tensión emocional, sino también por una sutil crítica al sistema en el que su personaje está inmerso. Su presencia es dominante, pero también cargada de dudas y frustraciones, lo que le da una calidad humana que contrasta con la rigidez institucional del Vaticano.

Cónclave toca diversas posturas que se viven dentro de la Iglesia Católica

Una de las características de Cónclave es que nos permite conocer varias corrientes ideológicas que existen en la religión católica. Por ejemplo, el cardenal Bellini (Stanley Tucci) es liberal. De forma explícita comenta que la Iglesia debería aceptar a las personas homosexuales y abrirse al tema del divorcio.

Los candidatos principales son Aldo Bellini de los Estados Unidos, un progresista en la línea del difunto papa. De forma explícita comenta que la Iglesia debería aceptar a las personas homosexuales y abrirse al tema del divorcio ; Joshua Adeyemi de Nigeria, un conservador social; Joseph Tremblay de Canadá, un conservador convencional; y Goffredo Tedesco de Italia, un tradicionalista reaccionario que no acepta la apertura a otras religiones..

Por otro lado, existen personajes que representan facciones más conservadoras como los cardenales Adeyemi (Lucian Msamati) y Tedesco (Sergio Castellitto), quienes son retratados como homofóbicos y ortodoxos. Además de otros pertenecen a la corriente que no acepta la apertura a otras religiones.

Uno a uno, los candidatos para ser el nuevo papa son expuestos junto con los secretos que ocultan. Esto deja evidenciado que algunos son racistas, corruptos y uno de ellos vivió una relación ilícita en donde tuvo un hijo.

Estos intereses contrapuestos se presentan como una metáfora de las luchas políticas contemporáneas, donde las alianzas, los favores y las traiciones son moneda corriente. La introducción de un cardenal desconocido, Vicente Benítez, un mexicano que ha trabajado en zonas de guerra y persecución, agrega una capa de complejidad al relato, ya que su presencia desafía las expectativas y revela las tensiones entre el poder religioso y las realidades del mundo exterior.

Cónclave retrata una Iglesia corrompida. Sin embargo, deja muy claro que todo se debe a que quienes la dirigen son humanos que están propensos a tener equivocaciones.

Temáticas de poder, fe y ambición

Una de las grandes virtudes de Cónclave es su capacidad para reflexionar sobre temas universales, como el poder, la corrupción y la fe, a través del prisma de la Iglesia Católica. La película no se limita a mostrar la dinámica interna del Cónclave como un simple proceso electoral, sino que profundiza en la lucha por el poder que ocurre detrás de las cámaras. Los cardenales, aunque vestidos con ropas ceremoniales, son personajes profundamente humanos, con ambiciones, temores y deseos propios. La política dentro del Vaticano es presentada como un reflejo de las dinámicas de poder que ocurren en cualquier ámbito político, pero con el añadido de que aquí se juega no solo con la influencia terrenal, sino con el destino espiritual de miles de millones de personas.

El Cónclave en sí mismo es un ritual cargado de historia y simbolismo, y la película juega con la idea de que, aunque la Iglesia predica el amor y la unidad, en su interior lo que prevalece son las luchas por el poder y la manipulación. La fe, que debería ser el principio rector de la institución, parece ser reemplazada por intereses políticos y personales. El personaje de Lawrence, desgastado por el sistema y buscando una liberación personal, se convierte en el vehículo a través del cual se examinan estas tensiones. Su viaje de autodescubrimiento dentro de la película es paralelo a la transformación que la Iglesia podría estar viviendo a medida que se enfrenta a la modernidad.

El papel de la mujer en la iglesia católica

Otro de los aspectos que la película aborda con sutileza es el papel de la mujer dentro de un entorno dominado por hombres. Aunque el personaje femenino, interpretado por Isabella Rossellini, tiene un papel más periférico en la trama, su influencia dentro de la dinámica política del Vaticano es clara. La película no solo se limita a presentar a la Iglesia como una institución masculina, sino que pone de manifiesto las estructuras de poder y las barreras que deben superar aquellos que intentan desafiar las normas establecidas.

Un momento poético

La escena donde los cardenales atraviesan el patio del Vaticano bajo la lluvia, se erige como uno de los momentos más poéticos y visualmente impactantes de Cónclave. A medida que la cámara sigue a los cardenales, cada uno con su sombrilla de color blanco, la escena se impregna de una atmósfera solemne y cargada de simbolismo. La lluvia, como un telón de fondo metafísico, no sólo refleja el carácter ritualista y la trascendencia del Cónclave, sino que se convierte en una metáfora del peso emocional y moral que los cardenales llevan consigo.

Cada paso que dan los hombres vestidos con sus hábitos avanzando lentamente, parece un eco de una procesión silenciosa que no solo transita por un espacio físico, sino por las mismas entrañas de una institución que enfrenta la necesidad de transformarse o mantenerse anclada en su propia historia. Las sombrillas, sobre sus cabezas, parecen funcionar no solo como una barrera física contra el clima, sino también como una representación de la resistencia a la revelación y el cambio, un escudo ante lo inevitable.

El plano general del patio, con los cardenales avanzando en un solo bloque, envueltos en sus hábitos blancos con guinda, y rodeados por la lluvia, genera una sensación de unidad, pero al mismo tiempo de aislamiento. La grandiosidad de los edificios que rodean el patio y la fuente central, contrasta con la fragilidad humana de los personajes, cuyas caras, ocultas por las sombrillas, se muestran como figuras despojadas de identidad, atrapadas en un sistema que las consume, pero que al mismo tiempo les otorga un poder casi absoluto.

El sutil sonido de la lluvia, que se mezcla con los pasos pesados sobre el suelo mojado, acentúa la quietud de la escena, sumiendola en una sensación de reverencia, como si el mismo Vaticano estuviera esperando el desenlace de una decisión que cambiará la historia de la Iglesia. El cielo gris y la atmósfera húmeda son reflejo de las tensiones no resueltas que flotan sobre el Cónclave, mientras los cardenales avanzan, de alguna manera, hacia su destino inevitable, bajo la protección de sus sombrillas, como si la tormenta fuera una manifestación de los dilemas morales y políticos que están por decidir.

La toma también tiene un sentido visual que no se limita a la lluvia, sino que se extiende en la composición general del plano: los cardenales marchan en una perfecta simetría, evocando una sensación de inmensidad, de rigidez institucional. La repetición del gesto, la posición de las sombrillas y las capas, crea un ritmo casi hipnótico, invitando al espectador a reflexionar sobre las reglas, las costumbres, y la inevitabilidad del proceso en el que están inmersos estos hombres de poder.

Es una escena que logra una rara combinación de belleza y desolación, como una pintura en movimiento. El movimiento de los cardenales bajo la lluvia no solo muestra la fragilidad humana frente a una estructura casi divina, sino que también encierra un eco de la vida dentro de la Iglesia: una marcha incesante, inevitable, bajo el manto de una tradición que, como la lluvia, sigue cayendo sobre los hombros de todos los involucrados.

A través de esta toma, Edward Berger logra no solo mostrar la solemnidad del Cónclave, sino también invitarnos a adentrarnos en el corazón de una institución que, aunque aparentemente intocable, está marcada por las mismas luchas internas que afectan a cualquier sistema de poder. La lluvia, esa metáfora de lo divino y lo mundano, es la capa que cubre la dualidad inherente a la Iglesia: la pureza de su fe frente a la corrupción de su sistema.

Una reflexión profunda sobre el poder y la fe

En resumen, Cónclave es una película que, más allá de ser un simple thriller político dentro de las paredes del Vaticano, ofrece una reflexión profunda sobre el poder, la fe y la corrupción. La dirección de Edward Berger, junto con la actuación de un destacado Ralph Fiennes, logra capturar las tensiones inherentes al sistema eclesiástico y presenta una crítica aguda a la manera en que las instituciones, incluso las más sagradas, pueden sucumbir a los intereses personales y políticos.

A través de sus personajes y su trama, la película invita a cuestionar la relación entre la tradición y la modernidad, y a reflexionar sobre la capacidad de la Iglesia para adaptarse a los cambios del mundo contemporáneo. Cónclave no es solo una historia de poder y ambición, sino también una meditación sobre la fragilidad humana y la búsqueda de redención en un mundo que parece haber olvidado su propósito original.

La narrativa 

Ofrece una resolución inesperada en términos de su desenlace narrativo, que no deja de ser profundamente reflexiva en cuanto a sus implicaciones filosóficas y religiosas. La elección del nuevo Papa, aunque aparentemente es la culminación de un proceso riguroso y lleno de intrigas políticas, se presenta como un momento de liberación tanto para el cardenal Lawrence como para la Iglesia en su conjunto. Esta liberación no es solo de las cargas físicas de un sistema inmovilista, sino también de los lastres morales que lo arrastran. La figura del nuevo Papa, en su aparente humildad y promesa de cambio, actúa como un símbolo de esperanza en medio de la desilusión, dejando entrever que el futuro de la Iglesia podría no estar determinado por el peso del pasado, sino por la capacidad de renovación interna.

Sin embargo, el final también invita a una reflexión más sombría sobre la naturaleza del poder y la fe en una institución que parece incapaz de desprenderse completamente de sus propios vicios. A través de un giro que se percibe más como una tregua que como una verdadera redención, la película deja al espectador con una sensación ambigua: por un lado, la promesa de un futuro menos dogmático y más inclusivo, y por otro, la sospecha de que el ciclo de poder, manipulación y control jamás dejará de existir dentro de las paredes del Vaticano. Esta dualidad en el cierre refuerza la tesis central de Cónclave: que el cambio real solo es posible cuando la estructura misma se ve obligada a confrontar sus propios demonios, pero también reconoce que este proceso es un camino arduo y lleno de contradicciones.

El final inesperado

Cuando el elegido es el cardenal Benítez, este le comparte al cardenal Thomas Lawrence su estado biológico. Benítez explica que en el pasado tuvo una cita para realizarse un procedimiento médico conocido como histerectomía laparoscópica (que consiste en la extirpación del útero a través de pequeñas incisiones en el abdomen sin necesidad de abrirlo por completo), pero decidió no hacerlo porque quería respetar el cuerpo que Dios le había dado.

Posterior a esto, el cardenal Benítez explica que fue asignado como hombre al nacer debido a sus órganos reproductivos; no obstante, también tiene útero y ovarios.

La película concluye con la icónica señal de humo blanco anunciando al nuevo Papa y Lawrence abriendo una ventana en la Capilla Sixtina, dejando entrar aire fresco y luz, mientras escucha las risas de tres monjas en el exterior, simbolizando una posible apertura hacia un futuro más inclusivo en la Iglesia.

Cónclave muestra un personaje intersexual que abre la puerta a la posibilidad de diversidad dentro de la Iglesia. Que el cardenal Lawrence decida guardar el secreto de Benítez nos permite ver que habrá facciones ideológicas que podrían permitir este avance. Lawrence pudo hacer pública esta información pero prefirió callarse, pues Benítez era la persona elegida para el puesto.

Sin embargo, un cuestionamiento final es si la institución estaría lista en su totalidad para aceptar a una persona intersexual como su dirigente, a pesar de que ella no haya elegido sus características biológicas. Esto aún resulta un enigma.



 

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